El panel estuvo integrado por Ana Arriagada (Chile, DFRLab), Liliana Elosegui (México, VerificadoMX) y Majo Corvalán (Argentina, Asociación por los Derechos de las Mujeres - ADEM), con la moderación de Gisel Sánchez de Vita-Activa.org.
Desde un enfoque regional, las participantes abordaron cómo las plataformas digitales en América Latina y el mundo han amplificado discursos de odio y polarización, afectando particularmente a mujeres, comunidades LGBTQ+ y grupos vulnerables.
La lógica detrás de las narrativas polarizadas
Uno de los temas clave fue cómo las narrativas polarizadas funcionan a través de mensajes que apelan a la injusticia percibida y refuerzan una lógica de “nosotros contra ellos”. Esto no solo perpetúa divisiones, sino que simplifica la complejidad de los problemas sociales, llevando a la desinformación.
El panel también subrayó cómo la desinformación dirigida a mujeres utiliza patrones de misoginia para desacreditarlas y reducir su participación en la vida pública. Se presentaron estudios que evidencian cómo campañas estatales de desinformación han usado narrativas de género para atacar a mujeres, especialmente en roles de liderazgo o figuras públicas.
El poder transformador de las narrativas positivas
Los panelistas coincidieron en que, frente a este panorama, los enunciados positivos y humanos son esenciales para construir resiliencia social. Al destacar valores como la inclusión, el respeto y la empatía, se pueden contrarrestar los efectos nocivos de la desinformación.
Las narrativas que fortalecen la cohesión social pueden no solo resistir la desinformación, sino empoderar comunidades para cambiar sus realidades. Para las organizaciones de la sociedad civil, el desafío es romper la fragmentación y tender puentes. El panel concluyó con una invitación a repensar el impacto del lenguaje en nuestras sociedades y a ser intencionales al comunicar.