Si hay algo que logra atraparme, son las historias cargadas de autenticidad, aquellos contenidos que son muy fáciles de relacionar con la realidad que me rodea, que logro identificar en la vida de alguien cercano, cuando puedo en mi mente ponerle un rostro, aterrizarlo a un contexto.
Luego de engancharme con la historia, viene el análisis del contenido, si hay datos, cifras relevantes, lo que llamamos contenido de valor, que se convierte en un reto, pues puede ser subjetivo, como mucho en la comunicación. Cada individuo reconoce el valor en un contenido de acuerdo con sus intereses e intenciones.
Para las organizaciones el ejercicio no debería ser diferente. Comunicar, enganchar a sus audiencias y tocar sus vidas no puede ir en contravía del lenguaje corporativo. El ejercicio de construir contenidos desde las organizaciones no debe verse como algo aparte, como un mundo ajeno y con tinte de exclusividad, sino mantener ese propósito superior de inspirar y de generar confianza.
Es sorprendente aún seguir encontrando organizaciones de todo tipo que operan de espaldas a la comunicación. Sí, aún hoy, en la era de la información, de las comunidades que confluyen en lo digital, donde la visibilidad, el reconocimiento y posicionamiento son tan valorados a nivel empresarial e incluso personal, seguimos encontrando organizaciones desconectadas de esta realidad.
Así que, el reto en principio sigue siendo comunicar, como un ejercicio consciente y como parte del ADN de las empresas, como parte fundamental de la vida misma, donde toda relación está mediada y es posible gracias a la comunicación.
Luego de comunicar, pensemos en hacerlo de manera efectiva, estratégica y auténtica. La comunicación concebida como el resultado de una planeación, en la que le damos estructura a la intención de comunicar, más allá del deseo, y donde priorizamos los mensajes que hablan de nosotros con transparencia, como premisa del respeto que sentimos por los grupos de interés.
Una comunicación efectiva que se articula con el lenguaje empresarial, en donde caben las tácticas e indicadores, así como el presupuesto, donde la estrategia se ajusta de acuerdo con los resultados obtenidos.
Y aunque todo lo anterior siguen siendo tareas pendientes para muchas organizaciones, hay un compromiso pendiente aún mayor: comunicar en colectivo. Nos sigue costando bajarle “varias rayitas” a las marcas y sus particularidades, totalmente válidas y justificadas, por supuesto, y subirle el volumen a los propósitos superiores que nos ubican como jugadores claves en el desarrollo del territorio, como actores y protagonistas de la transformación, más allá de una identidad visual.
No solo es importante generar alianzas y hacer realidad iniciativas de impacto, si comunicarlo no es prioridad. ¿Cuántas iniciativas se ejecutan a diario, en las que confluye el interés genuino de organizaciones por el bienestar de los demás, y que sin la adecuada gestión de la comunicación dejan de conocerse, o se conocen solo desde una mirada y no en su total dimensión?
¿Cuántas veces como organizaciones hemos dejado de contar importantes resultados, logrados de la mano de muchos, por no llegar a acuerdos en el manejo de la comunicación y la identidad de marca?
Comunicar en colectivo, construir en conjunto contenido de valor para los públicos, aprovechar las potencialidades y capacidades de los aliados empresariales y sus equipos de comunicación, dejar de comunicar en solitario y amplificar el mensaje y el propósito… sigue siendo un camino por recorrer, un ejercicio apasionante, otro nivel en la gestión de la comunicación estratégica.
Por Jackeline Pájaro López, Coordinadora de Comunicaciones de Traso
TRASO es un colectivo social, civil y empresarial, que desarrolla iniciativas, articula esfuerzos y gestiona alianzas en busca de elevar la calidad de vida de las personas, generar prosperidad en las comunidades y reducir la brecha de desigualdad en la población.