¿Qué es?

Fue la palabra del año para el diccionario inglés de Oxford en el 2016, pero fue usada por primera vez en 1992. La primera persona que acuñó el término de posverdad fue el dramaturgo y novelista Steve Tesich, quien lo utilizó en 1992 en un artículo para la revista The Nation. Allí hablaba de las noticias que giraban alrededor de la administración de Regan y de la guerra del Golfo, donde se refirió a la posverdad como la intención de los estadounidenses de despojar de relevancia a la verdad y a la preocupación que todas estas noticias traían consigo.

Hoy, entendemos por posverdad el término utilizado para referirse a la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, según la RAE. En otras palabras, se utiliza para indicar que en discusiones políticas y sociales se emplean más las emociones que los hechos. Son varias las circunstancias y fenómenos que son asociados a la posverdad, tales como la mentira, ignorancia, charlatanería, desinformación, “fake news”, populismo, redes sociales, propaganda y negacionismo, todos estos aduciendo la idea de engaño masivo.

Un ejemplo de posverdad lo observamos en el contexto de la pandemia de Covid 19, donde es común el uso de campañas antivacunas por parte de grupos que están en contra de las vacunas que combaten este virus. En la mayoría de los países hay personas que se niegan a vacunarse haciendo alusión a que la vacuna no es efectiva contra dicha enfermedad y que genera efectos secundarios graves en el individuo. Muchas de estas personas realizan campañas mencionando estudios pseudocientíficos falsos, que les sirven de argumentación para extender ideas no son hechos objetivos sino opiniones viciadas de mentira. Estos grupos buscan convencer que las vacunas no salvan vidas, sino que, por el contrario, las afecta. No les interesa los estudios científicos que soportan la idoneidad de la vacuna para combatir la mortandad ocasionada por la pandemia, los ignoran y los desacreditan desde la opinión.

Otro ejemplo de posverdad es la sensación anti establecimiento que impulsó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Según Politifact, el 70% de las declaraciones que hizo durante su campaña electoral fueron falsas. "Trump es el máximo exponente de la política 'post-verdad', (...) una confianza en afirmaciones que se 'sienten verdad' pero no se apoyan en la realidad", escribió la revista The Economist. Otro recuento, del diario The Washington Post, sostiene que, en 200 días de gestión como presidente de Estados Unidos, hizo 1.318 afirmaciones de ese tipo. Un ejemplo es que, según CNN, dijo más de 100 veces que, antes de su presidencia, Estados Unidos tuvo durante años un déficit comercial anual de US$ 500.000 millones con China, aunque el déficit real anterior a Trump nunca llegó a US$ 400.000 millones.

La posverdad como concepto está siendo ampliamente discutido por la academia. Hay definiciones que hacen énfasis en el emisor de los mensajes, otras que ponen la atención en los oyentes. Pero antes de zanjar cualquier discusión académica, podemos entender la posverdad como un concepto que se ha desarrollado recientemente para referirse de manera amplia al objetivo de convencer a las personas de creer en algo, utilizando la desinformación, las fake news, las mentiras o los argumentos emocionales para hacerlo.

¿Por qué es relevante la posverdad?

Siguiendo a Pew Research Center, el 23 por ciento de las personas admite haber compartido noticias que luego resultaron falsas, y el 14 por ciento a sabiendas de que lo eran, así mismo reveló que la mitad de los estadounidenses entre 18 y 30 años consume noticias a través de las plataformas de Internet. Esto implica que las redes sociales y el contenido que compartimos por ellas, de manera responsable o irresponsable, llegará a nuestros contactos o seguidores tan fácil como pulsar enviar o compartir.

La hiper conexión ha permitido que las redes sociales sean nuestra fuente de información diaria, pero así mismo nos debe llevar a ser mucho más críticos con el contenido que consumimos. Las cadenas de WhatsApp y las opiniones de usuarios en las redes no deben convertirse en nuestras fuentes de información confiable, porque allí hay ausencia de rigurosidad objetiva. Terminaremos leyendo lo que se nos muestra como una verdad embellecida y configurada a nuestro gusto, algo que aceptamos como más verdadero que la propia verdad de los hechos. Juliana González, docente de Comunicación Social de la Universidad Eafit dice que “ahora la gente se informa por Facebook, a través de lo que otras personas comparten, lo que se puede comparar con lo que antes era el ‘dicen por ahí’, y esas fuentes casi nunca son confiables”.

Una de las características de la democracia es la posibilidad de expresar las opiniones libremente. Sin embargo, el problema de la posverdad es que la opinión se convierte en fuente de información y deja de lado los hechos objetivos de lo que deseamos hablar o describir. Allí la preocupación radica en que no sabemos qué información es confiable para la argumentación y el debate público, entonces apelar a las emociones se convierte en una opción perfecta a quien ignora la verdad y este es el panorama en el que la desinformación toma parte de las conversaciones diarias de los ciudadanos.

¿Qué podemos hacer?

No todo nos puede dar igual. Reflexionar sobre si respetamos la verdad, evitando manipularla a nuestro antojo, permitirá que empecemos a devolverle su valor real. En este sentido, no podemos tratar los datos, igual que las opiniones. Tendremos que hacer un esfuerzo por reconocer qué es objetivo y qué está viciado de interpretaciones subjetivas.

Los ciudadanos debemos asumir la responsabilidad como usuarios, de hacer un esfuerzo adicional al consumir y producir contenido para las redes sociales. Antes de compartir un contenido preguntarnos: ¿Alguien ha verificado esta información? ¿De dónde viene esta información, es una fuente primaria y confiable? ¿Hay una intención detrás de este contenido?

Incluso, ser críticos con los medios de comunicación nos permitirá eliminar los velos de percepción. Tiene importancia preguntarnos: ¿Suele este medio de comunicación, corregir informaciones que son tendencia o que es errónea? ¿Comparte contenidos ambiguos o teorías conspiratorias? ¿Quién o quiénes son los dueños de este medio de comunicación? ¿Tiene este medio una posición política definida?

Está también la oportunidad de ser autocríticos, por lo que nos podemos preguntar ¿Deseo tener la razón en esta discusión a como de lugar? ¿Eso implica inventar argumentos falsos? ¿Estoy hablando de hechos reales o de opiniones propias? ¿Tengo una opinión basada en información verídica y en fuentes confiables? Deberemos estar comprometidos con la verdad más que con el objetivo de sentirnos ganadores de discusiones políticas.

Todas estas preguntas orientadoras nos permitirán discernir entre una verdad, una verdad con intereses de por medio, una mentira disfrazada de verdad y una mentira.

Notas:

1. Los invitamos a tomar nuestro curso de Hive Mind "Contrarrestar la desinformación", en donde encontrarán herramientos y bases para evitar la desinformación.

2. Pueden encontrar un listado chequeadores internacionales de información en la Red Internacional de Chequeadores

Fuentes:

  1. 1. Diccionario de la lengua española (RAE). Definición de posverdad.

  1. 2. Telesur. 3 ejemplos de posverdad: la opinión por encima de los hechos.

  1. 3. CNN. Las 15 mentiras más notables de la presidencia de Trump.

  1. 4. Steve Tesich. Government Of Lies.

  1. 5. Juliana Gonzalez. La información en la era de la posverdad: retos, mea culpas y antídotos.

  1. 6. Agustín Arrieta. La posverdad es más peligrosa que la mentira.

  1. 7. Manuel Álvarez. Estado del arte : posverdad y fake news

  1. 8. Miquel Rodrigo y Laerte Cerqueira. Periodismo, ética y posverdad

  1. 9. Imagen de mentiras. Gráficos vectoriales gratis en PixabayN