La desinformación, entendida como cualquier información que resulta ser falsa, supone un reto inevitable para la cognición humana y la interacción social. Esta es una consecuencia del hecho de que las personas se equivocan con frecuencia y a veces mienten. Este hecho y fenómeno se agrava gracias al auge de la era de la información, donde el mundo cada vez más interconectado permite el alto flujo de información a una velocidad más alta que hace 2 siglos atrás. Lo que trae consigo un reto importante para contrarrestar el auge y la viralización de la desinformación, y su consiguiente influencia en la memoria y la toma de decisiones.

A partir de la década de 1970, los psicólogos demostraron que, incluso después de corregir la información errónea, pueden persistir las falsas creencias (Anderson, C. 1980). "Cuando oímos una información nueva, solemos pensar en lo que puede significar", afirme Norbert Schwarz (2015). "Si más tarde oímos una corrección, esto no invalida nuestros pensamientos, y son nuestros propios pensamientos los que pueden mantener un sesgo, incluso cuando aceptamos que la información original era falsa".

Schwarz (2015), identificó cinco criterios que las personas utilizan para decidir si la información es verdadera: la compatibilidad con otra información conocida, la credibilidad de la fuente, si otros la creen, si la información es internamente consistente y si hay evidencia de apoyo. Sus estudios también muestran que las personas son más propensas a aceptar la información errónea como un hecho si es fácil de escuchar o leer.

Peter Ditto, muestra que las personas despliegan el escepticismo de forma selectiva, por ejemplo, cuando son menos críticas con las ideas que se alinean con sus creencias políticas (Gampa, A. 2019). Otros se han basado en los primeros hallazgos de Schwarz, mostrando que las personas son más propensas a caer en la desinformación cuando no deliberan cuidadosamente el material, esté o no alineado con sus opiniones políticas (Bago, B. 2020). El autor principal de uno de estos análisis, el doctor Gordon Pennycook (2019), quien afirma que esto sugiere que los compartidores pasivos, y no los actores maliciosos, pueden ser el mayor problema en el fenómeno de las noticias falsas.

Según el doctor Sander Van Der Linden y sus colegas (2020), se utilizan seis "grados de manipulación": personificación, conspiración, emoción, polarización, desacreditación y trolling, para difundir información errónea y desinformación. Por ejemplo, una noticia falsa puede citar a un experto falso, utilizar un lenguaje emocional o proponer una teoría conspirativa para manipular a los lectores. Este estudio también revela diferencias individuales en la susceptibilidad a la desinformación. Por ejemplo, las personas que utilizan un estilo de razonamiento intuitivo tienden a creer las noticias falsas con más frecuencia que las que se basan principalmente en el razonamiento analítico. La ideología política también parece desempeñar un papel, ya que los que tienen creencias extremas -sobre todo de extrema derecha- son más susceptibles a la desinformación (Baptista, J. 2020).

Todos estos estudios son el compendio de las razones detrás de nuestros comportamientos que privilegian la aceptación y la proliferación de la desinformación. Ser consciente de ellos nos permitirá apagar los “pilotos automáticos” que rondan nuestro comportamiento y promoverá el pensamiento crítico detrás del consumo de información.

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Bibliografía

1. Petty, R. E., & Cacioppo, J. T. (1986). Communication and persuasion. Springer; Anderson, C. A., et al. (1980). Perseverance of social theories: The role of explanation in the persistence of discredited information. Journal of Personality and Social Psychology, 39(6), 1037–1049; McGuire, W. J. (1964). Some contemporary approaches. Advances in Experimental Social Psychology, 1, 191–229.

2. Gampa, A., et al., Social Psychological and Personality Science, Vol. 10, n.º 8, 2019

3. Bago, B., et al., Journal of Experimental Psychology: General, Vol. 149, nº 8, 2020

4. Abrams, Z. 2021. Monitor on Psychology. Controlling the spread of misinformation: Psychologists’ research on misinformation may help in the fight to debunk myths surrounding COVID-19. Vol. 52 No. 2.

5. Baptista, J. P., & Gradim, A., Social Sciences, Vol. 9, No. 10, 2020

Ilustración de fondo: Photo by qimono from Pixabay / Pixabay license